miércoles, 2 de noviembre de 2011

Viaje por los reinos XX

Viaje con nosotros a mil y un lugar y disfrute de la amistad de sirenas y de serpientes de mar, decía la Orquesta Mondragón en una cinta en una furgoneta. Así que esta parte de la redacción se adentra en ese ignoto mundo de lo femenino. Escribo esto mientras espero que se cargue el video de California Taboo (1989) y escucho Corcovado de cuando a Stan Getz le dio por viajar a Brasil.

El otro día creí que era correcto demostrarle a la mujer que me dice que los sobacos no me huelen mal, cuando sí lo hacen, que yo a veces también la aprecio.
Es por eso que decidí hacerle un regalo. Como bien suponéis, queridos perturs, le regalé ropa interior. No voy a entrar en más detalles. Da lo mismo si fueron unos calcetines altos (en alemán hay diferencia entre calcetines "de andar por casa" y de "ponerse dentro de los zapatos", pero en español no. Qué le vamos a hacer) en forma de gatico, o un conjunto picante de color morado.

Primero intenté comprarlos en una farmacia, que es donde suelo ir a pedir cosas cuando voy con mujeres, pero me dijeron que no era el sitio adecuado. Luego fui a un taller mecánico, pensé que si había tantas mujeres desnudas o en bragas, ellos sabrían de ropa interior, pero tampoco me ayudaron mucho con los conceptos. Así que recurrí a compañía femenina para que me aconsejara, y me recomendó un puticlub. Quiero decir, una tienda de lencería erótica o solo de lencería. La principal diferencia es que en uno hay cuero y paredes rojas y en el otro no.
Así que fui a una tienda de ropa interior para mujeres que se llamaba Oysho (ya ves tú qué nombre de mierda para un almacén de bragas. Podría llamarse, no sé, la Casa de la Regla o algo así). En fin, que allí entré yo, explorador de tierras no tan vírgenes, armado con poca vergüenza y pensando que si entraba en sitios vedados esto podría ayudarme a entender mejor a las personas con clítoris.

Ay compañeros, ya podéis imaginarme, cortando ramaje y follaje con mi espada mientras sudaba por la humedad ambiental del 150%.


Entro en un almacén de lencería

Primeras impresiones: las mujeres ven solo en color crema o pastel. Toda la tienda era del mismo color, con luces tenues y paredes marrón claro. Además, mientras que a comprar ropa van en masa, a comprar ropa interior van solas. A veces hasta los animales más gregarios presentan este tipo de comportamientos, aunque luego comenten con sus amigas qué se han comprado. Además, hace mucho calor: esto es comprensible, no es lo mismo probarse bragas que abrigos.

Segundas impresiones: ¿Esto qué coño es? ¿Una tienda de sujetadores o de pijamas? ¡Está todo lleno de pijamas! Deberían hacer un gráfico eutéctico ropa para dormir - ropa interior, así al menos sabría a qué atenerme. En serio, es como si no supieras si te estás comprando un calzoncillo o un pijama.

Después de mirar la primera planta, descubro que hay segunda planta y, como en la primera solo había cosas crema y marrón, compruebo arriba. Arriba hay maniquís incluso más flacos que abajo. Chicas, no las imitéis. ¡Ah! Arriba, amigos, al fin encuentro lo que quería. Bragas (braguitas es su nombre chic) pequeñas y sujetadores.

Las bragas no son muy caras. Pero, Dios, ¡los sujetadores son carísimos! ¡Si no se ven! ¡Para qué tan caros! Pero no creáis que iba a ser tan fácil. ¿Qué talla? Porque claro, no es lo mismo una 90B que una 90C, y hay que tener en cuenta si es push-up (paralelismo claro entre el push-up y el push-pop, tema para recordar) o no. Y luego si los tirantes son bonitos o no, y si son molestos. Para más inri (ahora me pongo católico, ja), ¡no hay un patrón para los sujetadores! Yo que creía que sabiendo la talla de un sujetador tendría el control sobre todos. ¡Qué equivocado estaba amigos!

Y claro, ¿qué iba a hacer? Pues tocar y poner la mano a ver qué talla era. Y os podéis hacer una idea de qué pensarían las mujeres de mí alrededor. Cuando la dependienta se me acercó a preguntarme qué podía hacer por mí se me ocurrieron varias ideas, pero solo le dije “nada tranquila, estoy comprobando la planitud y el acabado de este modelo, soy del departamento de Control de Calidad”. Avergonzado, salgo de la tienda aunque ya con un modelo preseleccionado.

Decido diversificar mi rango.


Entro en un sex-shop

Primeras impresiones: ¡Dios! ¿De verdad alguien se pone eso?
Segundas impresiones: ¡Dios! ¡Si esto está aquí es porque la gente lo compra!

En la primera planta hay de todo: corpiños rojos, negros, lilas... Hay sujetadores con brillantes. Es un poco bizarro. Hay una cosa divertida, una especie de gran lazo que se ata por delante y cuyas cintas pasan por zonas estratégicas para taparlas. La gran ventaja es que solo con tirar de un sitio sale todo, es mucho más rápido y práctico. Todo es negro y de otro color, y, respetando a quienes compren ahí, hay un punto a partir del cual la palabra explícito deja de tener sentido. Además, es aún más caro que en la anterior tienda. Ya por curiosidad (y porque tengo una reputación que mantener), subo al piso de arriba.
Arriba la cosa no hace más que mejorar: disfraces de colegiala, de enfermera y tópicos. Me hubiera gustado encontrar uno de dinosauria, o de astronauta cachonda. Hasta que, en lontananza (5 m aprox.) diviso un lugar, protegido de mi vista, recubierto con cortinas negras. Me llama poderosamente, pienso que ahí estará el secreto, el catálogo de las tallas de sujetadores, pero dentro solo descubro cuero, látigos, pezones rojos y máscaras.

Cansado y aturdido, vuelvo a Oysho y decido comprar el conjunto de antes. En la cola compro también unos calcetines de casa. Resulta que en la tienda tienen unos sobrecitos azul pastel, cómo no, para envolver los regalos.
Y así concluyó mi historia en los reinos XX (por lo del cromosoma, claro).
Así que, amigo, cuando vayas a comprarte unos calzoncillos a la tienda del barrio o unos calcetines en la plaza y no sepas si comprarlos con dibujos de dos rayas o con una raqueta de tenis, recuerda que hay alguien (en general una mujer) pensando si prefiere un sujetador color rosa palo o azul cielo, y pagando el doble por uno que tú por diez.




Un saludo de vuestro fiel servidor y amigo,

Minichinchi




Nota del editor: Para próximas ocasiones, visita estas páginas web que te serán de ayuda en tus futuras compras. xD